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Margot Fonteyn y Fidel Castro, una historia secreta

Margot Fonteyn y Fidel Castro, una historia secreta
Tania Díaz Castro | Ahora comprendo por qué en Cuba nos privamos de ver bailar a Margot Fonteyn -1919-1991- . La gran estrella del Royal Ballet de Londres, considerada como Prima Ballerina Assoluta, venerada y aplaudida en el mundo entero, jamás pudo ofrecer su arte en los principales escenarios de La Habana. Fidel Castro nunca le perdonó que lo acusara de dirigir una invasión de soldados cubanos a Panamá, los primeros días de abril de 1959.

En 2010, gracias a documentos desclasificados del Archivo Nacional Británico, se supo que la bailarina inglesa no había mentido. Sin embargo, la historia no se hizo pública. Funcionarios británicos y panameños hicieron todo lo posible para que permaneciera oculta.

Para sorpresa del gobierno panameño, en la revuelta popular ocurrida durante esos días de abril de 1959, participaba un grupo de cubanos que había desembarcado de forma secreta, armados por Fidel Castro.

Se trataba de hombres que habían acudido a la antigua Escuela de Cadetes de Managua, convertida en Campamento Militar por el Ejército Rebelde del Movimiento 26 de julio. En este Campamento, desde los primeros días del triunfo de la Revolución, en enero de 1959, se presentaban los cubanos que se disponían a pelear en cualquier país, bajo las órdenes de Fidel. Luego partían por el Aeropuerto habanero de Rancho Boyeros, en aviones cubanos, con sus maletas llenas de armas, sin problema alguno.

Controlada la intentona revolucionaria, Margot Fonteyn y su esposo Roberto Arias, hijo del ex presidente de Panamá, fueron detenidos e interrogados por separado ante las autoridades panameñas y se confesaron culpables, mientras funcionarios diplomáticos británicos intentaban rescatar a la célebre bailarina.

Margot Fonteyn y su esposo explicaron que en su yate habían viajado a Cuba de forma clandestina para entrevistarse con Fidel y que el líder guerrillero aceptó ayudarlos con armas y hombres, cuando ellos se lo pidieron. De esa manera, ambos se libraron de una condena a prisión. Fueron expulsados de Panamá y regresaron a Londres.

Fidel Castro, por supuesto, lo negó todo. Cuando el gobierno panameño le pidió explicaciones, manifestó que no tenía conocimiento de los hechos y que Cuba jamás intervendría en la política de otros países.

En Panamá, quedaron los estudiantes muertos y cientos de detenidos, entre panameños y cubanos, pendientes a juicio. Aquella sublevación, inexperta y apresurada, había fracasado.

En 1991, a los 71 años de edad, murió Margot Fonteyn. Retirada del teatro a los cincuenta años, en pleno éxito y gloria, todavía con una genial desenvoltura en las tablas y sin haber tenido tropiezo alguno con su extraordinaria técnica danzaría.

Por esos años, entre 1959 y 1970, Cuba fue el país más visitado por los mejores bailarines de ballet clásico del mundo. No quedó ningún buen bailarín o bailarina sin representar su país en los eventos internacionales patrocinados por la compañía de Alicia Alonso. Pero Margot Fonteyn jamás pudo brindarnos su arte. Tal vez murió con esa pena. Fidel Castro nunca le perdonó que dijera la verdad.

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