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El transformismo en Cuba ha ganado en profesionalidad


En un contexto en el que los artistas del transformismo en Cuba exigen la existencia de una evaluación artística que los reconozca como tales, se estrenó ayer el documental Máscaras, del realizador Lázaro J. González. A través de las historias sobre el escenario de los personajes del transformismo Margot Parapar, uno de los anfitriones de las noches habaneras del Cabaret Las Vegas; y Roxana Rojo, en el centro cultural villaclareño El Mejunje, Máscaras se suma a la escasa lista de trabajos que desde el audiovisual abordan el tema del transformismo como forma de arte. Uno de los mayores deseos de su realizador es que lo transmitan por la televisión cubana, y “no que lo vea sólo el grupo reducido de cinéfilos que asisten a muestras o festivales del país”. La televisión de la Isla nunca ha sido muy devota a las temáticas que se puedan asociar a la homosexualidad, incluso cuando algunas de las más recientes telenovelas han incluido personajes homosexuales, en un intento por mostrar mayor apertura. En 2012, sin embargo, la televisión censuró el videoclip de Buena Fe y Descemer Bueno, Ser de Sol, que mostraba la relación homosexual entre dos mujeres. “Parece que habrá que llenar de correos, mensajes y llamadas al Instituto Cubano de Radio y Televisión, para que por fin el video sea presentado”, escribió Israel Rojas en su página de Facebook, en aquel momento. “Crucemos los dedos”, dice el realizador de Máscaras, mientras cuenta a OnCuba sobre el material que muestra al transformismo como un arte que ha ido ganando en profesionalidad y competencia, mientras poco a poco se diversifican en el país los espacios en los que se desarrolla. ¿Qué rasgos particulares de estos dos personajes llamaron tu atención como realizador? Ambos son figuras emblemáticas de La Habana y Santa Clara, las ciudades donde mayor auge ha tenido esta manifestación. Ríubel Alarcón, con su personaje Margot Parapar, es uno de los anfitriones de las noches habaneras del Cabaret Las Vegas, y otros centros, así como conductor habitual de las galas cubanas contra la homofobia. Pedro Manuel González, con su Roxana Rojo ha marcado época en El Mejunje, con un estilo de representación muy sui géneris. La particularidad de estos personajes es su gran destreza histriónica. Estoy seguro de que nadie que los vea en este documental o sobre
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la escena, dudará de que sean grandes artistas. Me atrevería a decir que los mejores. Pero esto es un criterio subjetivo, claro está. No pretendo evaluar a nadie, pues eso le toca, quizá, a los especialistas de artes escénicas que aun no se han acercado lo suficiente al fenómeno. Uno de los personajes es de los escenarios de Santa Clara. Otro, de los escenarios de La Habana. El arte del transformismo y su recepción difieren, por supuesto, en la capital del país y en una provincia del interior. ¿Ser transformista en Santa Clara es lo mismo que serlo en La Habana? Las diferencias dependen en gran medida de sus practicantes, aunque los espacios también difieran en remuneración económica. No son las mismas posibilidades en una ciudad pequeña, donde escasean los centros culturales, que en la capital, donde se han incrementado mucho en los últimos años los espacios donde se privilegia el arte del transformismo. ¿Cómo llegas a estos personajes? Por mediación de la periodista Marta María Ramírez, quien había realizado la única investigación que se conoce sobre el transformismo en Cuba. Ella también me sensibilizó con la temática, hacia la cual yo estaba bastante prejuiciado en su inicio y me acompañó durante todo el proceso con su asesoría. Primero trabajé con Alarcón en un documental para radio, y en un cortometraje documental que se llamó Margot que fue mi primer acercamiento al tema desde el audiovisual. Como me fascinó este personaje, decidí retomarlo en Máscaras, pues aquel primer acercamiento por su brevedad, dejó fuera muchas aristas del fenómeno y muchos rasgos de la persona que me interesaba tratar. Pedro Manuel González ha marcado época en El Mejunje con su Roxana Rojo Pedro Manuel González ha marcado época en El Mejunje con su Roxana Rojo / Foto: Cortesía del entrevistado. Luego busqué a los demás personajes. En un principio deseaba que fueran de tres provincias distintas pero luego, por razones productivas, tuve que reducirlo a dos. Así que decidí buscar al otro personaje en Santa Clara. Luego de conocer a varios transformistas de esa provincia, me pareció que Pedro Manuel era lo que estaba buscando. Se lo propuse y aceptó. Ellos colaboraron muchísimo, soportaron desde el principio mi invasión de sus espacios, tanto en la investigación previa como durante el proceso de filmación que de
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be haber sido muy difícil para ambos, por muchos fallos productivos que hubo, y por las propias complejidades de las puestas en escena que desarrollaron para el documental. Aunque el tema del transformismo no se ha explotado suficientemente en el país desde lo audiovisual, sí se han hecho trabajos previos como Mariposas en el andamio. ¿Qué nueva visión del tema propone este documental? La nueva visión es que trata el tema del transformismo, que es una expresión artística, no una expresión de la identidad sexual o de género como se le confunde habitualmente. En el caso de Mariposas…, que sí hablaba de transformismo, la diferencia está en el punto de vista mío. Ese documental miraba al fenómeno más desde afuera, en un contexto muy diferente al actual, donde las principales preocupaciones de los transformistas son otras. Máscaras propone una mirada a lo interno de dos transformistas, uno de La Habana y el otro de Santa Clara. Indaga en sus preocupaciones, anhelos, sin la intervención de un narrador omnisciente o criterios de especialistas. Tiene un corte antropológico cultural, que privilegia el hecho artístico por encima de las condicionantes sociales que median estos procesos de creación; si bien aparecen en el material aclaraciones sobre la relación del transformismo con las políticas culturales de la actualidad, la incomprensión dentro del núcleo familiar y por supuesto, el influjo de la homofobia, la transfobia y otros comportamientos machistas y discriminatorios, que han afectado la comprensión del transformismo como una manifestación artística per se. Intenté alejarme de cualquier tipo de victimización sobre los personajes, algo que, a mi juicio, afecta a la mayor parte de producciones que abordan temáticas relacionadas con la diversidad sexual, en Cuba y el resto del mundo. No busco tampoco mostrar una miseria que no existe en ellos, que son personas realizadas y con un gran talento. El eje del documental es “el transformismo como manifestación artística y expresión de resistencia de la cultura gay en Cuba”. ¿Con qué obstáculos te encontraste para la realización? El primer obstáculo fue que la gente (hablo de productores, etc.) entendiera la pertinencia de un material como este, porque hay demasiados tabúes con todo lo que difiera de la norma hegemónica; y una especie de temor constante


a que el público no entienda tal o mas cual concepto. Creo que algunas personas se sienten más cómodas cuando uno explica que desea hablar de arte y no de sexualidad. No sé por qué todo lo que se relacione con la palabra sexo cause tantos escozores en nuestra sociedad. Hay demasiados estigmas sobre el travestismo, la transexualidad y, por supuesto, el transformismo (quizá porque al menos en Cuba es desarrollado por hombres no heterosexuales). La AHS ha reconocido el documental con una beca de creación. Desde lo institucional se reconoce a veces este tipo de trabajo, pero muchas personas siguen siendo reacias a veces a la permisibilidad. ¿El documental tiene fines educativos? ¿Cuáles son sus fines? El documental no es didáctico, es un documental de creación donde los espectadores deben llegar a sus propias conclusiones por el criterio de esos personajes. Es decir, no existen especialistas diciendo “el transformismo es…”, sino transformistas que cuentan sus vidas y sus ideas sobre ese trabajo que desempeñan. Mi fin es que se logre una sensibilización con las dificultades que afrontan estas personas para desarrollar su arte en nuestro contexto. Como fin último está que contribuya a su legitimación desde las más altas instancias culturales del país. Es decir, la petición principal de los transformistas es que exista una categoría de evaluación artística que los reconozca. Y yo, como realizador, me sumo a esa petición que es respaldada también por instituciones como el CENESEX, que ha jugado un rol fundamental en este reconocimiento en los últimos años. ¿Cuáles son los espacios en que más se desarrolla este arte en Cuba? Fundamentalmente en sitios que han surgido con el auge del cuentapropismo como bares, restaurantes y en los espacios que sí son más reconocidos oficialmente como el Cabaret Las Vegas y El Mejunje, que es la meca de este arte en el país. Los medios de prensa le prestan poca atención a estas formas culturales asociadas a la homosexualidad. ¿Crees que este documental lo pongan por la televisión nacional? Me encantaría que lo pusieran. Es uno de mis mayores deseos ahora mismo, pues no hice Máscaras para que lo viera sólo el grupo reducido de cinéfilos que asiste a muestras o festivales del país, sino para que llegara a la mayor cantidad de públicos posible. Crucemos los dedos.


Publicado en:http://oncubamagazine.com/cultura/el-transformismo-en-cuba-ha-ganado-en-profesionalidad/

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