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¿Venta de garaje en Cuba?

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Publicado en:http://www.havanatimes.org/sp/?p=108381


Nadar contracorriente nos ha costado más de una pesadilla. Y parece que al final comienza a imponerse el sentido común, catalogado por algunos, sin embargo, como el menos común de los sentidos.

Lo anterior, porque ayer asistí a lo que en esta parte del hemisferio se conoce como “venta de garaje”. De punta a punta. Desde Alaska hasta el Cabo de Hornos. Lo que sobre en casa y no se ha regalado por siete o diez motivos, a la venta, que siempre o casi siempre habrá un necesitado o u
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n encaprichado con la figurita, la lamparita o ese viejo libro de refranes.

Un ejercicio de completa soberanía de hacer con lo suyo lo que le venga en ganas siempre y cuando no sea organizar una matanza con un fusil automático sobre una inocente multitud como hicieron por allá o envenenar a medio barrio con alcohol letal como hicieron por acá.

Un tiempo atrás -y no dudo que hasta hoy día en el cerebro de algún guardián público del ornato- si a usted le sobraba un par de camisas, y colocaba sobre su ventana un aviso, una nota de que las vendía, la multa era casi con efecto inmediato. Multa al instante por el letrerito y no una automulta como celador del Estado porque la fosa de aguas putrefactas aún no tenía solución o el edificio continuara camino del derrumbe total. La “orientación” era el cartelito pecador.

Yard sale 2Parece, y me gustaría recalcar que “parece”, las cosas van cambiando y que aunque sea un detalle insignificante a primera vista, el sentido de propiedad está cobrando fuerza.

Los jóvenes que organizaron esta venta de garaje devenida venta de plazoleta de edificio, hablaron con los propietarios de cada ap

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artamento, abonaron una determinada cantidad de dinero a los fondos del inmueble, y mostraron sus “mercaderías” con un singular júbilo.

Muy concurrida la asistencia. Curiosos e interesados, se probaron zapatos, blusas u otras prendas, inspeccionaron juegos de tazas de café, hojearon libros, miraron esto y lo otro. Todos ganaron y al cabo de unas horas la vida siguió su ritmo de cada día.

A pocos metros del lugar y asomándose la noche, comenzó un telúrico bullicio que no daba margen a tal asomo comercial. La Habana tenía otra jornada de carnavales en su Malecón.

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