Perfil de un joven cubano del siglo XXI: corte de cabello estrafalario, gorra con la visera al revés, tatuajes en piernas, antebrazos o bíceps, short, calzado deportivo de puntera fina y teléfono móvil con el reguetón a toda mecha.
Las chicas se tiñen el pelo de colores exuberantes, gastan una pasta en queratina, alisarse los rizos o insertarse mechones lacios, se tatúan al final de la espalda y en sus audífonos también escuchan reguetón a todo volumen.
Suelen calzar sandalias o tenis de corte bajo, llevan shorts a media nalga o lycras ajustadas, aunque sean barrigonas o muy delgadas. Usan alhajas baratas, vistosos relojes piratas y gafas de sol compradas al bulto en El Dolarazo de Miami.
Hembras y varones hablan en voz alta, como si sus interlocutores fueran sordos. Gesticulan con las manos, dominan poco más de cuatrocientas palabras del diccionario en español y en un párrafo escrito tienen varias faltas de ortografía.
La educación formal brilla por su ausencia. Para ellos, decir ‘Buenos días’ es cosa de viejos y lo habitual es que utilicen un amplio registro de malas palabras en sus conversaciones.
Desde luego, no hay regla sin excepción. Y todavía, por suerte, se encuentran adolescentes y jóvenes correctos y educados, casi todos procedentes de hogares donde siempre se han cultivado los buenos modales.
A pesar de la educación altamente doctrinaria, escuelas en el campo y marchas del pueblo combatiente famo
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sas por sus insultos hacia Estados Unidos y sus presidentes, en Cuba aún quedan familias ilustradas, con dos o tres graduados universitarios. Personas que no dicen malas palabras, hablan en voz baja y saben comportarse.
Encasillar a los seres humanos en un prototipo es nocivo. Alientan los prejuicios, racismos y políticas discriminatorias. Ni todos los británicos que asisten al fútbol son hooligans o borrachos ni todos los musulmanes son terroristas.
En Cuba, las groserías las escuchas cuando caminas por barrios de cualquier ciudad. Si usted aborda un taxi colectivo, le aconsejo ponerse tapones en los oídos, por el reguetón a decibeles insoportables.
El régimen verde olivo ya orientó atajar la mala educación en un segmento amplio de ciudadanos. En general, los cubanos poseen un buen nivel académico, pero en términos culturales, informativos o conocimientos de las leyes de su país prácticamente son analfabetos.
En una tarde de sol brillante, charlé con varios padres con hijos en edades comprendidas entre 9 y 15 años. A todos les preocupa el retroceso de la enseñanza pública, poco rigor de los profesores, alto contenido ideológico en algunas asignaturas y elevados gastos, por la compra de materiales de estudio y meriendas escolares, y también por tener que pagar maestros privados para que sus hijos perfeccionen sus conocimientos.
Pero cuando usted quiere saber sus impresiones sobre el video que se colgó en You Tube, con niños camagüeyanos bailando reguetón eróticamente en una fiesta de una escuela primaria, no se muestran tan alarmados.
“Eso es una bobería. Aquí siempre se ha bailado con ese desparpajo. No creo que debamos ser tan puritanos. Peor es en Estados Unidos, donde asisten a las escuelas con pistolas o armas blancas”, comenta Anisia, madre de una alumna de octavo grado.
“Lo preocupante no es el baile en sí, es el lugar, en una escuela, con adultos alentando esa danza. De todos los problemas que tenemos en Cuba, ese suceso es un mal menor”, dice René, padre de tres hijos.
Según Ana Carla, psicóloga, en la Isla se han subvertido los valores. “Ya muchos adultos ven normal que un niño diga malas palabras o baile de manera erótica. Inclusive hay cosas peores. Padres que por diversión o para afianzarlos como ‘machos’, le dan cerveza o ron a hijos pequeños o los enseñan a fumar”.
Carlos, sociólogo, considera que por indolencia o irresponsabilidad familiar, “muchos niños se interesan por el sexo desde edades muy tempranas. Tener en cuenta que en Cuba tres y hasta cuatro generaciones viven bajo un mismo techo. Si a la promiscuidad le añades la sublimación de la prostitución y comportamientos delictivos, ese modo de vida le hace creer a muchos menores que es el camino mejor y el más corto para ganar dinero”.
El sociólogo subraya que a todo ese ambiente insano, hay que agregar la vulgaridad, que en ocasiones parte de la propia narrativa gubernamental, descalificando al
que piensa diferente, o cuando organiza pachangas populares con bebidas alcohólicas en conmemoración de fechas patrióticas. “En su afán de edificar una sociedad igualitaria y colectiva, la revolución de Fidel Castro estimuló las bajas pasiones. Las buenas costumbres eran consideradas rezagos de la burguesía”.
Para Erasmo, padre de una adolescente de 14 años, “esos bailes desfachatados, lamentablemente, se han vuelto algo común en las actividades infantiles. Una maestra de mi hija organiza fiestas en su casa, cobra 25 pesos la entrada. Ella solo pone reguetón y salsa. Asisten niños de 11 y 12 años que fuman y se besan como si fueran personas mayores. El culpable de todo ese relajo es el gobierno y, en particular, las autoridades de educación y cultura”.
La prensa oficial, tan sensible con los casos de violencia en colegios estadounidenses, aún no ha publicado una línea sobre esos alumnos que con sus uniformes y pañoletas azules de pioneros, bailan ‘perreo’ en una escuela de Camagüey. Un video que le ha dado la vuelta al mundo, generando comentarios muy negativos hacia padres y maestros cubanos.
Si queremos juzgar razonablemente la pérdida de valores en la sociedad actual, es muy fácil culpar al reguetón.
Pero el fenómeno viene de más atrás. De aquella etapa cuando se intentó crear un ‘hombre nuevo’ y se alejó a miles de niños del seno familiar. Ahora estamos recogiendo la cosecha.
Iván García
Martí Noticias, 21 de abril de 2016.
Publicado en:https://cubanosporelmundo.com/blog/2016/06/09/regueton-culpable-perdida-valores-cuba/