La inteligencia castrista mueve hoy como nunca a sus agentes y "amigos" en EEUU para alimentar el poderoso lobby en Washington —encabezado mediáticamente por The New York Times, que incluso ya alaba a Fidel Castro— que presiona para que se restablezcan las relaciones diplomáticas y se levante graciosamente el embargo comercial contra la dictadura (cosa que, por cierto, la eternizaría). Y ello ocurre "casualmente" en momentos en que desciende el precio del petróleo, peligran más que nunca los subsidios venezolanos y empeora aceleradamente la crisis crónica de la economía cubana. Cuba ya suelta los pedazos poco a poco. Aumenta la pobreza, la desesperanza y la infelicidad de sus ciudadanos. Es de tal magnitud el cataclismo económico, social, moral y antropológico ocasionado por la cincuentenaria tiranía de los hermanos Castro que resulta ya muy difícil hacer siquiera una evaluación de dicha catástrofe. Y ese diagnóstico será lo primero que habrá que hacer para la reconstrucción del país. No ha habido un caso parecido en la historia moderna. Ningún otro país de la Tierra está hoy más atrasado económica y socialmente que a mediados del siglo XX. Antes que Fidel y Raúl Castro asaltaran el poder en 1959, el nivel de vida en Cuba era uno de los más altos de América Latina y superaba al de varios países europeos, incluyendo España, la Madre Patria. Hoy la nación es extremadamente pobre. Pero se equivocan quienes abogan por darle un amistoso abrazo a los Castro para que sean "buenitos" y aceleren las llamadas reformas, suponiendo que con el aporte financiero de empresarios cubanoamericanos y estadounidenses, y con créditos internacionales, los cuentapropistas se convertirán en un pujante sector privado. Eso no va a ocurrir. Los Castro quieren créditos frescos, pero tienen otros planes. Aspiran a que una nueva claque cívico-militar sea la que se convierta en capitalista —nadie más—, dentro de un modelo de capitalismo de Estado diferente al chino, con mayor control y manipulación del
Escribe tu email para recibir nuestro boletín
mercado. Suponiendo que llegasen a Cuba inversionistas estadounidenses y cubanoamericanos solo podrían hacer negocios con esa naciente casta empresarial neocastrista y no con los cuentapropistas. Paradójicamente el cese del embargo lejos de fomentar un amplio sector privado independiente impediría que este se desarrolle. Porque al tener acceso a créditos (que no pagaría) y fortalecerse financieramente, el régimen estalinista comenzaría a cortar las alas a los actuales timbiriches para impedir que se vinculen con el capital extranjero y empezarían a fortalecer el sector estatal. No se permitirá que los pequeños negocios crezcan y se independicen del capitalismo de Estado. Pero hay más, un "cambio de política" de EEUU hacia Cuba tendría otras cinco consecuencias funestas: 1) Buena parte de los dólares obtenidos por el régimen se dedicaría a modernizar el aparato represivo. 2) Se daría marcha atrás a muchas de las llamadas "reformas". 3) Se podría subsidiar el improductivo sector estatal. 4) No sería liberada la iniciativa privada. 5) Facilitaría que una vez desaparecidos los Castro se instale en el poder un régimen neocastrista. El argumento de que se deben profundizar las reformas raulistas es erróneo de origen. Cuba no necesita reformas, sino que la gerontocracia de la Sierra Maestra salga ya del poder y la nación regrese a la normalidad, con economía de mercado, y que el pueblo tenga al menos las libertades y derechos civiles y políticos que tenía antes del 10 de marzo de 1952, cuando el general Batista tomó el poder por la fuerza. A Pinochet, a los Somoza o a los gorilas que gobernaron Argentina y Brasil nunca les pidieron que hicieran reformas políticas y se mantuvieran ellos en el poder. ¿A los Castro sí porque son "dictadores buenos" de izquierda? Llegar al nivel cero La situación de Cuba es tan absurda que todos en la Isla se darían por dichosos si la nación pudiese regresar al pasado en la máquina de Herbert G. Wells y alcanzar el mismo nivel de
Comparte esta publicación o haz click en Me gusta |
vida que tenía en los años 50 del siglo pasado. Y es que el país en materia socioeconómica está por debajo de cero y necesita primero llegar a cero para luego construir el futuro. Ese "viaje a la semilla" no será posible si se levantan las sanciones, millones de turistas estadounidenses van a la Isla y la banca de Wall Street le lanza salvavidas crediticios a la dictadura. Lo que debiera hace The New York Times es coadyuvar a que se presione y se apoye por todos los medios a los disidentes y hostigar a la tiranía para obligarla a hacer cambios reales y abrir un proceso de transición a la democracia liberal. Con los Castro y los "históricos" fuera de escena —fallecidos o expulsados— y con una fuerte presión interna y externa, podría lograrse en La Habana un inicial gobierno de transición a la democracia que podría estar integrado por líderes de la oposición interna y por ciertas figuras pragmáticas y antiestalinistas que hoy forman parte, o son muy cercanas a la nomenklatura gobernante. Recordemos a Adolfo Suárez en España, o a Boris Yeltsin en Rusia. Renacimiento postcastrista Solo con la liberación total de las fuerzas productivas, amparadas por un Estado de derecho que garantice las libertades, la legalidad y con las instituciones necesarias, es que se podrá levantar a Cuba de sus cenizas. El sector privado sacó a Europa de la larguísima noche medieval y erigió el mundo moderno que hoy conocemos. Y será el que protagonizará el Renacimiento postcastrista. Serán los cubanos a los que hoy se les prohíbe ser prósperos empresarios, con la participación masiva de la banca internacional y nacional, e inversionistas extranjeros y cubanoamericanos, quienes reconstruirán la devastada economía cubana y edificarán plantas industriales y de servicios, con la más moderna tecnología. Igualmente desarrollarán la producción agrícola y ganadera, el comercio mayorista y minorista, edificios para oficinas, equipos de transporte, medios de comunicación, salas de cine, gasolineras, far
macias, centros comerciales, hoteles, compañías de seguros, etc. Obviamente, la creación de la infraestructura necesaria correrá a cargo del nuevo Estado, que dada la magnitud del desastre inicialmente deberá pedir créditos internacionales para reparar y construir autopistas, vías férreas, puertos, aeropuertos, sistemas de telecomunicaciones, alcantarillados, acueductos, carreteras, avenidas, correos, hospitales, plantas de generación de electricidad, escuelas, universidades, servicios sociales, etc. La vivienda será una de las esferas en que será clave la "mano invisible" de Smith. Según cifras oficiales, en la Isla hay un déficit de unas 600.000 viviendas. Solo cubrir ese déficit habitacional costará decenas de miles de millones que el Gobierno no podría financiar. Agréguense los millones de inmuebles que requieren reparaciones capitales. Además, las casas y apartamentos requieren servicio eléctrico, agua potable, supermercados, escuelas, farmacias, parques. De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas, de los 3,8 millones de viviendas de la Isla, el 30% no cuenta con agua suministrada por un acueducto. Y Granma ha informado que en La Habana se pierde el 70% del agua bombeada desde el acueducto debido al ruinoso estado de los 2.194 kilómetros de las redes de abasto. Asimismo, hoy la única vía que une a Pinar del Río con Santiago de Cuba es la Carretera Central de 1.139 kilómetros construida hace 84 años por Gerardo Machado. En fin, la tarea de reconstruir y modernizar la economía cubana será gigantesca. Y mientras más se prolongue la dictadura, con ingenuas concesiones como las que pide el diario neoyorquino, más difícil y costoso será todo, pues Cuba no podrá contar con la gallina de los huevos de oro que es el sector privado, nacional y foráneo. Parodiemos la respuesta que el pueblo cordobés de Fuenteovejuna —recreado por Lope de Vega— daba al juez al preguntar quién mató al Comendador, y preguntemos: "¿Quién reconstruirá a Cuba? El sector privado, señor.
Publicado en:http://www.diariodecuba.com/cuba/1413962499_80.html