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El chivatón que no se nos quita de la cabeza


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Hay que quitarse el policía de la cabeza, el libro sobre Cuba del sociólogo y periodista sueco Erik Jennische, es polémico desde el mismo título. Máxime cuando nos enteramos, justo en el primer renglón de la primera página que la frase, que no solo sirvió de título al libro sino que su tesis pertenece a Manuel David Orrio, el periodista independiente destapado como el agente Miguel de la Seguridad del Estado durante los juicios sumarios donde declaró contra los ex-colegas suyos encarcelados en la ola represiva de marzo de 2003.

Orrio, en sus dos facetas, aparece una y otra vez en el libro. Le sirve a Jennische como hilo conductor de su reportaje sobre Cuba. Es casi el protagonista.

Jennische, que conoció a Orrio en 1998 y trabó amistad con él, más que sentirse defraudado o traicionado, se siente desconcertado y todavía trata de encontrar explicaciones a la actitud de Orrio. Tarea en la que no le auguro éxito. Desde hace años somos muchos los que estamos a la búsqueda de esas explicaciones sin conseguirlo.

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e, por la Florida International University y la ‘Universidad de La Habana solo para revolucionarios’, en realidad Orrio no precisaba de los dichosos diplomas: antes de que se los otorgaran ya era uno de los mejores periodistas independientes de aquella época. Solo Raúl Rivero lo superaba con creces. Y contra él lanzaba Orrio ataques demasiado encarnizados para que se debieran solo a celos profesionales, lo cual lo hacía sospechoso para muchos que lo conocíamos. La vida demostraría que no estábamos equivocados.

Sumamente inteligente y manipulador, un maestro de las fintas y las estocadas en la esgrima verbal que dominaba y disfrutaba, después del destape Orrio siguió escribiendo –cada vez que pudo- algunas de las cosas que decía cuando era periodista independiente. Por ejemplo, criticaba las inconstitucionalidades, la debilidad institucional del sistema, los lastres del periodismo oficialista y el excesivo control estatal de la economía. Pero ciertas premisas y adjetivos, y la profusión de citas de Marx y Lenin marcaban la diferencia. Pero eso no basta para hacer que lo olvidemos en aquellos ignominiosos simulacros de juicio.

El bueno de Jennische, que echa mano de Vaclav Havel y Gene Sharp tiene razón en mucho de lo que dice. En definitiva, la Seguridad del Estado no tiene por qué ser más eficiente que el resto de este carcomido sistema. Pero al Jennische apelar constantemente a Orrio, es bastante improbable que consiga que logremos vencer la paranoia y quitarnos el policía de la cabeza. Eso estará bien para los que aun no han roto con los rituales de la sumisión, pero los que nos decidimos abiertamente a disentir, no podemos, no debemos…

Sería saludable que los que viven en democracia, si quieren dominar el tema, hicieran una especie de pasantía en un estado policial como Cuba, lo suficientemente larga para captar a cabalidad como son las cosas. Evidentemente, a Jennische no le sirvieron de mucho las horas de detención e interrogatorios que tiene en su haber, en los que tuvo la suerte, ciudadano extranjero al fin, de que los guardias lo dejaran argumentar y hasta le prestaran un poco de atención

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, en vez de propinarle una golpiza.

El libro de Jennische es interesante, está bien escrito, es un reportaje con todas las de la ley, objetivo, documentado, pero salvo las escaramuzas por correo con Orrio para desentrañar su conducta y la insólita recomendación -¿o es un chiste?- de escuchar el punk de Gorki Águila para debilitar el poder del castrismo, apenas dice algo que ya no haya sido dicho y con mejores argumentos sobre el régimen castrista y los que se le oponen.

Por suerte, Jennische no repite el cliché al uso de tanto periodista extranjero sobre “la disidencia fragmentada y penetrada por la Seguridad del Estado”, porque entonces lo de quitarse al policía de la cabeza carecería de sentido. Más bien habría que resignarse a cederle un espacio al polizonte -o al informante, que aquí nunca se sabe quién es quién-, olvidarnos de él y seguir en lo nuestro. Creo que es eso precisamente lo que recomienda Jennische. Y también lo recomendaba Orrio en sus buenos tiempos, solo que en su caso, remedando al lobo del cuento, era para vigilarnos mejor…


Publicado en:https://www.cubanet.org/opiniones/el-chivaton-que-no-se-nos-quita-de-la-cabeza/

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