NAPLES, Estados Unidos.- Ya me había anticipado cuando expresé en un escrito publicado en este mismo sitio, por motivo de la ley que prohibía el uso de la imagen esculpida del dictador Fidel Castro en plazas y calles, que el culto a la personalidad del exmandatario continuaría, por cuanto dicha ley exceptuaba su evocación a través del arte cinematográfico, la creación literaria, la música y la pintura, entre otras manifestaciones.
Una prueba que demuestra mi hipótesis acerca de la pretensión de una perpetuidad de la figura del llamado líder histórico de la revolución cubana ?cuya forzada permanencia utiliza como instrumento el desenfrenado culto a la personalidad que le acompañó en vida? es la dedicación especial que se le hace durante la Feria Internacional del Libro de La Habana, evento que quedó inaugurado el pasado jueves 9 de febrero en la capital cubana, así como la edición de veinticuatro textos relacionados con su vida y obra, además de las múltiples conferencias, coloquios y paneles que en torno a su quehacer se desarrollan protagonizando esta vigésimo sexta edición de la fiesta de las letras cubanas.
De la totalidad de libros que intentan destacar la vida y obra del recién fallecido dictador, al menos hay tres que resultan al extremo polémicos si se considera los temas que tratan y la extensión desmedida de los contenidos que se incluyen en sus páginas. Me refiero al Diccionario de pensamientos de Fidel Castro, Fidel periodista, una compilación que se ha lanzado en el céntrico Pabellón Cuba, y al ambicioso texto Fidel Castro y los Estados Unidos, 90 discursos, intervenciones y reflexiones.
¿Quiénes comprarán estos libros y cuál será su destino final? Aunque asumo el riesgo de especular tempranamente y la posibilidad del sesgo que siempre acompaña a aquello que no podemos medir directamente desde la objetividad, me atrevo a afirmar que la gente de pueblo, a los que ahora la mayoría de mis colegas prefieren llamar ?cubanos de a pie?, no les interesa absolutamente nada que tenga que ver con el pensamiento de Fidel Castro, ni disponen del presupuesto para poder adquirir libros que, independientemente de su costo relativamente bajo ?si se les compara con otros países del mundo?, se han encarecido en los últimos tiempos; y porque sencillamente no hay hábito de lectura en el país que el propio homenajeado presentó al mundo como una de las naciones más cultas del planeta, aunque según los informes del Observatorio Cubano del Libro y la Lectura, el 42,4% de los universitarios muestra poco interés por la lectura y el 4,5% no siente atracción alguna por leer.
De modo que estos centenares de ejemplares en los que se ha malgastado el papel serán adquiridos por los militantes de organizaciones como el Partido Comunista de Cuba o la Unión de Jóvenes Comunistas, integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Ministerio del Interior y los miles de agentes encubiertos de la Seguridad del Estado, suficiente como para poder agotar las tiradas de estos ejemplares si se tiene en cuenta la inmensidad de cubanos en la nómina de estas instituciones, donde se tendrán que debatir durante meses, hasta el cansancio, los contenidos temáticos de estos textos.
No podemos excluir a aquellos que aún se mantienen en ciertas posturas defensivas de un régimen que se les desmorona cada día, y desde las cátedras universitarias intentan perpetuar lo inexistente a través del retórico discurso obsoleto desde el que siguen proclamando las bondades previstas teóricamente por Marx, y luego asumidas e impuestas a la fuerza por Fidel Castro; ni tampoco a aquellos que, arrastrados por un inexplicable fanatismo, dicen amarlo y venerarlo hasta el fin de sus días. Aun así, la adquisición de los cientos de volúmenes editados no significa que sus contenidos sean leídos, y mucho menos estudiados.
Con la existencia de un texto como Fidel Castro y los Estados Unidos, 90 discursos, intervenciones y reflexiones tendremos para rato. Lamentablemente, durante los años mozos del Dr. Castro, algunos elogiaron su oratoria, y lo peor, las multitudes le creyeron y asumieron su palabra como ley. Hoy lo presentan a través de sus kilométricos discursos como el orador ejemplar que nunca fue. Un buen orador es preciso, directo, elegante en su forma y convincente en su estilo, y no está divagando durante horas para finalmente concretar tres o cuatro ideas con cierto sentido.
La elocuencia no se mide por la euforia que un líder pueda despertar en su auditorio. El orador que se respeta a sí mismo y a sus seguidores no es irónico, hiriente, insultante, calumniador, oportunista y calculador. Así que los que se aferran a continuar difundiendo su maléfico mensaje a través de sus extensos discursos solo contribuirán a ridiculizarlo aún más.
La idea de presentar a un ?Fidel periodista? es desafiante. El periodismo, cuando se asume con seriedad y profesionalismo, debe respetarse. Vivimos en una época donde la inmediatez del tiempo y el exceso de medios para difundir el acontecer muchas veces conspiran contra la calidad de lo que se publica. No todo lo que se edita es digno de aparecer desde la óptica del término ?periodismo?, ni a todos se les puede incluir en esta categoría que José Martí definió como “verdaderos soldados”; pero si hay alguien que no ha ejercido el periodismo, ese es Fidel Castro.
Por el hecho de que a partir de ese desmedido culto a su imagen e ideas todo lo que expresara se publicaba en los medios que el mismo convirtió en órganos oficiales de su partido único, no podemos admitir el concepto de un Fidel Castro periodista. Esto es burlarse de los que con dignidad han hecho de la profesión un arte, de los que engrandecen la crónica a niveles de verdaderas páginas literarias, a los que trabajan la noticia con seriedad y precisión, y a los que analizan y opinan con conocimiento de causa, a la vez que con distinción y elegancia estilística conforman profundos ensayos políticos y sociales.
El homenaje al que ya ?por suerte? no está, se ha completado con el coloquio Fidel, política y cultura, tres paneles sobre su pensamiento político y revolucionario, el documental Fidel es Fidel, así como varias conferencias y las presentaciones de otros textos que abordan puntos sobre la cultura y la tradición universitaria en relación con el pensamiento de Fidel Castro.
En fin, nada podrá librarnos, al menos por el momento; y a pesar de la contradictoria ley que ?prohíbe? su culto, hemos de soportar su espectral sombra entre nosotros a través de esa idolatría a su personalidad que han querido ocultar. Pero lejos de atenuarla la han engrandecido. La vigésimo sexta Feria del Libro de Cuba es una prueba irrefutable.
Publicado en:https://www.cubanet.org/colaboradores/la-feria-del-libro-una-leccion-de-culto-a-la-personalidad/
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