Hoy, como cada 8 de agosto desde hace 16 años, se celebra el día mundial del orgasmo femenino. La iniciativa nació en Esperantina, Brasil. A las mujeres de la zona les resultaba difícil hablar del tema. No por timidez, sino por formación cultural, parece.
El alcalde esperantino trató de hacer lo que pudo: lanzó una iniciativa para festejar cada año -y hablar con sinceridad y sin secretos- acerca del orgasmo femenino y de la salud sexual en general. En Cuba no es habitual celebrar ese día. Nosotras, mujeres cubanas emancipadas o en vías a emanciparnos, asumimos el universo sexual de manera más liberada (o menos reprimida, según convenga). Nuestra sociedad es distinta a la carioca y, por tanto, reacciona de manera diferente a los estímulos internos o externos. Lo mismo aplica al orgasmo.
No obstante, cada mujer tiene derecho a alcanzarlo. Está ahí, para todas. No, no es responsabilidad exclusiva del hombre regalárnoslo ni provocárnoslo: es nuestra responsabilidad. Es más: ni siquiera es responsabilidad de un "hombre". Las maneras son infinitas, como infinitas son las olas en el mar. Y la imaginación no tiene límites, como tampoco lo tiene el placer sexual.
Muchas han sido las historias de mujeres erróneamente calificadas de "anorgásmicas" o peor, "frígidas".
Como el dinosaurio, el orgasmo está ahí. No es menos cierto que a algunas les llega en abundancia y rapidez, afortunadas que conocen sus cuerpos y sus reacciones. A otras, les llega por vías menos convencionales, pero igualmente válidas. A muy pocas, no les toca nunca. Eso es lo más triste, porque vivir sin orgasmos no es vivir.
En Cuba, asumimos la sexualidad con la misma naturalidad de aquel que arranca una flor al jardín ajeno: con disimuladas maneras. Sí, se agradece la labor del CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual) en materia de educación sexual, pero no es suficiente. Estamos demasiado acostumbrados a hacer lo que nos dicen, a seguir al grupo, la manada, la masa. Pero con el sexo el concepto "grupo" se disloca y sólo aplica a las orgías. El sexo -y el orgasmo- son experiencias para vivirlas con uno mismo. Y ya después uno decide con quién lo comparte.
No funcionan ni los algoritmos, ni las fórmulas, ni las enciclopedias especializadas: se trata de asumirnos tal cual, y de reconocernos en nosotros mismos como los seres sexuales que somos. Especialmente las mujeres. Abiertas a mayores estímulos, a la polifonía erótica del sexo, somos maravillosas criaturas especialmente diseñadas para brindar y recibir placer. No sólo el erótico, por cierto.
En tan alto valor se encuentra el orgasmo femenino (valor simbólico, genérico, físico, cultural) que no pocos conflictos ha arrastrado a lo largo de la historia. Clítoris mutilados, reclusiones involuntarias, abstinencias impuestas: muchos desvelos ha causado el pobre e inocente orgasmo femenino. "No te toques ahí", "no montes bicicleta", "si un varoncito te toca ahí sangrarás", son algunas leyendas urbanas que nuestras abuelas nos contaban con no mucho convencimiento. El clítoris se ha erigido como órgano maldito del impulso y el placer sexual. Placer que nos volvía -a las mujeres, nunca a los hombres- brujas malévolas, seres peligrosos, demonios desalmados y libidinosos.
Por eso el orgasmo se convirtió en tabú. Por eso muchas mujeres hoy no hablan de ese tema. Algunas, mueren sin experimentarlo jamás. Incluso en Cuba. Nuestra franqueza para asumir el sexo no basta. Hay muchas mujeres cubanas de hoy a las que les cuesta el orgasmo. Les avergüenza reconocerse incapaces de pedir, sugerir, experimentar con su pareja sexual. No hay que esperar al 8 de agosto para celebrarlo. El orgasmo ya no debe ser una quimera, es un derecho universal. Como la vida misma.
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba. Ver más
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Publicado en:https://www.cibercuba.com/noticias/2017-08-09-u192528-e13-dia-orgasmo-femenino-orgasmo-vida-misma
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