Muchos centros de trabajo, considerados por el gobierno como centros no rentables, así como cuentapropistas, han pasado a ser “Arrendados”, una condición que les permite utilizar propiedades estatales para realizar sus actividades laborales.
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Sin embargo, este fenómeno ha incrementado la corrupción y la ilegalidad, porque además del impuesto estatal, los arrendados tienen que garantizar los salarios obreros, las herramientas de trabajo, el mantenimiento de los inmuebles y el abastecimiento general relacionado con la actividad que desempeñan, sin que el Estado los provea de ningún recurso.
Conversamos con un joven carnicero que labora en un pequeño establecimiento arrendado, del cual no revelaremos el nombre ni tampoco el del entrevistado, por razones de seguridad.
El testimonio de este carnicero es escalofriante. Según nos cuenta, en su pequeña Unidad existen dos carniceros; uno que se dedica a la venta de carne de carnero y él, que se ocupa de la venta de carne de cerdo.
Nos asegura que “cada uno de nosotros tiene que entregar al titular del establecimiento unos 300 pesos -unos 15 dólares-, y de la ganancia que saquemos después tenemos que compartir una parte con el administrador. Y para lograr un ingreso diario que nos permita cumplir con estas exigencias tenemos que hacer magia con el peso del producto”.
El joven carnicero de 32 años se refirió a la constante variación de los precios de la carne de cerdo, el cual depende en buena medida de los proveedores, quienes aprovechan la más mínima crisis para subir los precios.
“Por ejemplo -nos dice-, la pierna y las costillas son la parte del animal que dan más ganancias. En estos momentos tuvimos que subir la libra de bistéc de 40 pesos a 45, (2 dólares 50) ¡Y ya tú sabes, hay que hacer bistéc hasta del pellejo y la grasa, para que nos dé la cuenta! Y con las costillas hacemos algo muy parecido: la calzamos con alguna piltrafa para aumentarle el peso. Yo sé que eso no es correcto, pero así nos han obligado a vivir. Tenemos que sacar dinero para poder invertir en mercancía y llevarnos algún diario para la casa”.
Por su parte, Horacio Fernández Rios, un carnicero retirado que laboró algún tiempo en uno de estos centros arrendados, explicó que otra de las estrategias usadas por los administradores, para conseguir precios más bajos, es comprar carne refrigerada en almacenes estatales.
Supimos por Fernández Rios que “el Estado almacena grandes cantidades de carne de cerdo en frigoríficos durante largos períodos de tiempo, y antes de venderla a la población trata de negociar con los particulares vendiéndoles la libra de 3 a 5 pesos MN por debajo del mercado privado; aunque eso siempre es un riesgo, porque esa carne lleva mucho tiempo refrigerada y muchas veces está en los límites de su aprovechamiento; es decir, a punto de echarse a perder”.
Como sucede con la mayoría de los negocios en los que intervienen las entidades estatales, los particulares no sólo no tienen garantías, durante estas negociaciones, respecto a los productos que adquieren, sino que además carecen de los recursos legales para hacer cualquier reclamación, ya que estas “operaciones comerciales” –por llamarlas de alguna manera- no están respaldadas por los procedimientos legítimos.
Nuestro primer entrevistado, el joven carnicero de 32 años, dijo sentirse atrapado en una tela de araña que lo obliga a vivir como un delincuente. Y encogiéndose de hombros, concluyó:
“Es muy deshonesto. Yo sé que es deshonesto y ruín engañar a los consumidores, robándoles en el peso del producto por el que, ya de por sí, están pagando un precio bastante alto; pero dígame usted, cómo le explico a mi hijo de 5 años cuando no pueda comprarle su merienda diaria para el colegio, o los zapatos y la ropa; o tenga que decirle: “mira, hoy tienes que acostarte sin comer”. Esta, es una lucha por la supervivencia. Aquí, lo único que importa es tratar de mantenerse vivo, y para vivir hay que trabajar; y si trabajo, alguien tiene que pagar mi salario”.
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Publicado en:http://www.cubanet.org/actualidad/actualidad-destacados/la-estafa-del-carnicero/>
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