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Foto de José Martí y María Mantilla, alterada para lograr un efecto artístico.
En la década de 1980, uno de mis tíos comenzó a escribir un libro sobre un bisabuelo que había sido coronel del Ejército Libertador, y en medio de su investigación encontró una fotografía en que aparecían su bisabuelo con José Maceo, este último sentado en primera fila y el bisabuelo detrás. Al lado de Maceo, sin embargo, había un hombre vestido de civil que desentonaba con el resto de los militares y que nadie podía identificar. Mi tío, quien era policía, le pidió entonces a uno de sus colegas que ampliara la foto para observarla mejor, cosa que este hizo en un cuadro a plumilla, de color sepia, donde se revelaban en detalle los rostros de los soldados y de aquel hombre. ¿Quién era? ¿Acaso un práctico? El hombre tenía una chaqueta oscura y un pantalón claro. Estaba sentado con la pierna derecha recogida sobre la izquierda, tenía puesto un sombrero jipijapa y llevaba un libro en la mano, recostado sobre una pierna. ¿Podría ser aquel hombre José Martí? Se preguntó mi tío. Si lo era ésta sería la última foto de él y la única que se conoce de la guerra. De más está decir que esta pregunta cambió el rumbo de la investigación, y el libro que mi tío estaba escribiendo sobre el bisabuelo coronel del Ejército Libertador se convirtió en la búsqueda de la identidad de aquel hombre. El gran problema era que aquel hombre no se parecía a Martí, ya que además de llevar el sombrero jipijapa puesto, que evitaba que viéramos parte de la frente y la cabeza, tampoco tenía bigotes, y se veía enflaquecido. Para más preocupación, el personaje llevaba alpargatas y detrás había un paraguas medio abierto. Mi tío, que sabía muy poco de literatura, pero mucho de criminalística, anotó las veces que Martí menciona en escritos que fue a una barbería, aclaró que llegó a Cuba afeitado para despistar a los agentes de la policía secreta norteamericana que lo estaban persiguiendo. Comparó la pose del hombre de la foto con la de Martí en la que esta con María Mantilla, poses que resultaban iguales, y argumentó además, que el anillo que se veía en uno de sus dedos era el que llevaba el cubano cuando murió en Dos Ríos. Estos y otros argumentos, sin embargo, no le parecieron suficientes y determinó hacer algo más, que hasta donde conozco, nunca se había hecho antes en Cuba: les pidió a sus colegas de la policía de la República Democrática Alemana (donde recientemente había estado) que analizaran la foto de la manigua y la compararan con otras de Martí sacadas de la iconografía martiana, para determinar si las medidas de la cara, la oreja, la nariz, el cuello, etc., eran iguales en ambos personajes. Para su sorpresa,
¿Qué pasó entonces con el manuscrito y la fotografía? Pasaron muchas cosas, aunque ninguna de ellas era la que estábamos esperando. Los especialistas del Centro de Estudios Martianos, rechazaron la investigación con el argumento, según las palabras de Luis Toledo Sande, recordadas por el historiador Ibrahim Hidalgo Paz en una conferencia reciente que tuvimos en Tampa, que “si aquel personaje que estaba allí era Martí realmente cualquiera podía ser Martí”. Mi tío, sin embargo, no recibió ninguna respuesta de los investigadores, ni le dieron una razón oficial para desaprobar aquella tesis. Mucho menos estoy seguro, que mandaron la foto de vuelta a Alemania para que los peritos volvieran sobre los pasos de sus colegas y comprobaran o desmintieran la tesis. Ellos simplemente confiaban más en su “ojo de buen cubero,” que en las herramientas de la investigación criminal que era en lo que se había convertido aquel libro sobre el bisabuelo.
Sin embargo, a mi tío le fue muy difícil que le devolvieran el manuscrito. Siempre había alguien más que tenía que leerlo. Hasta el mismo director del diario Granma tenía que leer aquella “invención”, y él siempre estaba muy ocupado. El tiempo pasó, y como dice el verso de Martí, “pasó un águila por el mar,” y un día yo que entonces estaba mayor, tuve la oportunidad de conversar con Cintio Vitier en la Biblioteca Nacional José Martí y le pregunté por la foto de marras, a lo que Cintio respondió que “ese no era Martí”. No obstante, como yo había leído el ensayo, y seguía cuestionándole sobre los datos de la investigación, y un amigo que estaba allí le dijo que yo el sobrino del autor, Cintio replicó que si fuera Martí, “esa foto sería contrarrevolucionaria, le haría daño a la Revolución,” porque “¿A quién se le ocurre ir a la guerra con alpargatas y un paraguas?”.
Después de aquella respuesta. ¿Qué más podía decir? Nada. La foto nunca se publicó, ni tampoco el ensayo, pero sabemos que debe estar en los archivos del Consejo de Estado, junto con otros documentos que solo Dios y ellos saben que existen. En este aniversario 164 del nacimiento de Martí me pregunto si alguna vez los nuevos dueños de esos documentos se atreverán a publicar la foto y abrir el foro a una discusión. Tal vez alguno historiador con el privilegio político que debe tener para acceder a ella, tenga la curiosidad de obtenerla y publicarla. Tal vez. Mientras tanto nosotros seguimos esperando.
Publicado en Cuba Encuentr
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