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Los pasitos fuera del Sistema


Caridad 6 comentarios

Por Caridad

HAVANA TIMES ? Es un viaje largo ese de salirse del sistema, la matrix o como queramos llamarle a este frenético y sicópata conjunto de personas, con tradiciones o sin ellas, con métodos de supervivencia más o menos civilizados.

De algún modo siempre fue mi deseo y mi necesidad salirme del círculo tradicionalista de la familia, luego fue salir de la sociedad cubana. Pero no por el ingenuo pensamiento de que me adaptaría mejor a cualquier otro conjunto de creencias, costumbres y personas; aunque, sin duda, cuando llegué a Venezuela me sentí mucho más libre de lo que pude ser en Cuba.

Las cosas han cambiado mucho en este país desde que arribé hace unos 7 años. Lo que me pareció, en un inicio, un alivio en cuanto a ciertas libertades políticas y económicas, comparadas con mi vida anterior en Cuba, ya hoy me parecen insuficientes. He cambiado yo, pero ha cambiado mucho más la situación en Venezuela.

Mientras estuve ilegal ? que ha sido la mayor parte del tiempo que he estado aquí ? trabajé como fotógrafa por mi cuenta. Hace casi dos años conseguí un empleo normal, en una institución gubernamental, y aproveché para paliar la crisis con un salario seguro por primera vez en todos estos años. Más allá de que una mensualidad como fotógrafa del Gobierno no es suficiente para pagar la totalidad de mis necesidades básicas, en menos de 12 meses comencé a sentirme incómoda con mi trabajo. Esencialmente debía cubrir cada evento y presentación pública de una reconocida figura política.

Trabajo es trabajo, me dije, y más allá del salario tenía la oportunidad de recorrer Caracas, conocer nuevas personas, tener otras vivencias que siempre son interesantes. Pero la pregunta que siempre ronda la cabeza de los existencialistas volvió a aparecer cada vez con mayor insistencia, ¿esto es lo que realmente quiero?, ¿este es mi aporte a la vida, al planeta, a los demás?

Hay a quienes les importa un carajo con qué se ganan el sustento, si la vida que llevan ayuda o no a contaminar más el espacio donde vivimos, a joder más a los demás o no. Felices ellos.

Más allá de mi experiencia personal me di cuenta que no aportaba nada a nadie, no estaba construyendo una casa o cualquier objeto útil, no estaba enseñando nada útil. A quien único le resultaba más o menos útil mi trabajo era al señor político y al sistema que él representa.

Mientras pensaba en todo eso, mi relación de pareja terminaba y comenzaba mi periplo por las calles de Caracas en busca de un alquiler. Menos oportunidad para salirme de tan estúpido trabajo. En esos momentos, pagar un alquiler ? que siempre han sido caros  – puede requerir más de la totalidad del salario mínimo.

Sembrar y criar abejas es lo que rondaba mi mente desde hacía unos cuantos años. En Cuba, como la mayoría de los cubanos, tuve largas temporadas en medio de un surco, pero con toda sinceridad puedo decir que allí no aprendí nada. Quizá sí, quizá aprendí a odiar un poco, con esa ínfima capacidad que llevo para esa emoción, porque no quería estar en medio de aquellos campos, y tampoco creía que estuviera haciendo algo realmente útil?y en último caso tampoco entendía por qué unos sí estábamos casi obligados a estar en una escuela en el campo y otros ni por enterada se daban.

Con los años olvidé ese rencor y encontré otras formas de acercarme a la tierra que no fueran aquellos inmensos surcos de tierra rojiza en medio de la nada, sin siquiera un árbol para guarecerse de la lluvia o el sol.

Por esos caminos encontré a una persona con intereses similares a los míos, y aquí estoy, lejos de Caracas, cuidando perros ancianos que nadie quiere alimentar porque a casi nadie le gustan los perros que no sean de raza, y mucho menos en medio de esta crisis, e intentando dar forma a un huerto, para luego comenzar a traer abejas.

Todavía no podemos pensar en sobrevivir solamente a base del huerto, así que aprovechamos la tecnología para hacer algunos trabajos por Internet. Más adelante, en uno de los espacios que tenemos, pensamos comenzar a hacer ejercicios con las personas más ancianas de la comunidad, que son de las más afectadas por esta crisis.

Por aquí no recibimos ayuda del Gobierno (clap y bonos limosneros) porque, entre otras cosas, no tenemos ni pensamos tener el carné de la patria. No abunda la comida, porque la compartimos con los animales; hay mucho calor, las calles son de tierra y piedra, las distancias largas y el transporte escaso;  pero respiramos mucha más libertad que en Caracas, o que en cualquier otro lugar donde  cambiemos nuestra vida por un pedazo de pan.

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