Paula Henriquez 5 comentarios
Paula Henríquez
HAVANA TIMES ? En más de una ocasión me han preguntado si quiero irme del país. Hace tiempo que no recordaba el tema, pero hace unos días alguien volvió a insistir en hablar de ello y una vez más me vino a la mente la misma respuesta.
En realidad creo que nunca he querido irme. Lo que no quiere decir que no deseo que las cosas cambien. Por supuesto que sí, que anhelo una vida mejor para todos aquí en la pequeña Isla y además, no soy la única.
Irme del lugar donde nací y me crié significa renunciar a muchas cosas, como mismo han hecho muchos de los que se han marchado. Nunca he juzgado a nadie. No me toca. Cada quien sabe lo que es mejor para sí mismo y los suyos, así como sus razones, y cualesquiera que sean estas, son injuzgables. Hay quien vive toda su vida fuera de su país con la añoranza de regresar, hay otros que se suman al borrón y cuenta nueva, hay quienes lo toleran, en fin, hay muchos tipos de personas.
Yo, en cambio, creo que podría tolerarlo, pero una cosa es eso, y otra diferente es aceptarlo. Por supuesto que me encantaría visitar otros lugares, ver otros pueblos, conocer otras culturas y adquirir muchos bienes que ni en sueños tendría aquí. Me encantaría ver cómo avanzo, junto a mi familia, gracias a las nuevas tecnologías, al desarrollo a la evolución en un sinnúmero de esferas de la sociedad, de las cuales no disponemos en este país.
Por otra parte, en el plano espiritual me gustaría ver que todos nos sintamos orgullosos de ser cubanos y de vivir en Cuba, que los que viven fuera están orgullosos de serlo, pero viven fuera; que no nos maltratemos, que seamos solidarios unos con otros, que no antepongamos al que viene de afuera por encima de nosotros mismos por el único motivo de tener más que todos aquí.
Por último, irme del país significaría, para mí, perder mis contactos, mis raíces, a mis padres, a mis familiares, mi casa y puede que hasta mis recuerdos. Las cosas se olvidan sí, muchos dicen que no, pero yo percibo que sí y lo digo por amigos que se han marchado y, sin querer, digo yo, han olvidado muchas cosas.
No quiero sentirme así, eso le diría a ese amigo que insiste en el tema. Puede más ese sentimiento de posible añoranza que lo que me pueda ofrecer vivir en otro país. Quizás esté equivocada, quizás no.
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“que no antepongamos al que viene de afuera por encima de nosotros mismos por el único motivo de tener más que todos aquí”; Paula, quien piensa así vive como en una especie de resignación (como diciendo: me jodí, me tocó quedarme); cubanos somos todos, los de vivimos fuera y los que viven en la isla, lo que ha dividido a los cubanos y a hecho muchísimo daño a nuestra nación (que es de todos) fueron y son las posiciones de los radicalistas de ambos extremos, y voy más allá: el día que a los cubanos no se les considere “emigrados” por irse a vivir a cualquier rincón del mundo, y puedan cada vez que puedan y quieran regresar, mantener sus casas, en fin hacer lo que hacen los ciudadanos de muchos otros países, ese día ganaremos como pueblo y nación. Los odios (reales y aparentes (para garantizar ciertos status)) de los radicalistas al final los paga el pueblo cubano (que es uno, aunque algunos digan lo contrario). Saludos.
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