Este 15 de mayo se cumplen 60 años de la excarcelación de los moncadistas. El ataque al cuartel Moncada es calificado por muchos como un acto terrorista. Más allá de los calificativos, siempre discutibles, quienes se han encargado de loar a la generación levantisca y denigrar a los oficiales del ejército de entonces, nada dicen de los soldados ultimados esa madrugada de carnaval. Fueron 19 los militares caídos, pero sus nombres no cuentan para los historiadores oficialistas.
¿Qué pasaría si hoy un grupo de cubanos, hastiado de la discriminación política y los abusos, ataca una unidad militar? ¿Recibirían sanciones tan benignas como las aplicadas a los moncadistas? ¿Les permitirían estar unidos en la cárcel y apartados de los presos comunes? ¿Serían amnistiados? La “cruel” prisión de los moncadistas En los artículos que los testaferros del castro comunismo han escrito sobre el suceso se enfatiza en lo “cruel” que fue la prisión para los moncadistas durante el año y nueve meses que estuvieron recluidos. Da vergüenza leer eso al compararlo con lo que después tuvieron que sufrir –y aún sufren- muchos opositores al régimen.
En el libro “La prisión fecunda”, publicado en 1980, el historiador Mario Mencía afirma que Melba Hernández y Haydeé Santamaría fueron condenadas a siete meses por su participación en ese hecho, una sentencia que asombra al compararla con las que actualmente aplican a las valerosas mujeres que se atreven a levantar su voz contra el
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régimen. Baste decir que hace poco Sonia Garro permaneció más de un año en prisión en espera de juicio. Al llegar a la cárcel de mujeres de Guanajay a Melba y Haydeé no sólo les permitieron hacer una llamada telefónica para informar a sus familiares sino que les arreglaron un local compuesto por un dormitorio, una cocina, un baño y un comedor, les permitieron recibir toda clase de libros, visitas de familiares y amigos y estuvieron siempre separadas de las presas comunes.
Añado que antes de 1959 sólo 3 mujeres fueron condenadas por razones políticas, todas durante la dictadura de Batista, una cifra insignificante si la comparamos con lo que ocurrió después de 1959. Los 27 moncadistas fueron remitidos al Presidio Modelo de Isla de Pinos y separados de los presos comunes, algo que jamás ha hecho el castro-comunismo con los presos políticos. El señor Mencía afirma que esa cárcel era un infierno, que tenía 460 celdas para 930 penados y que sólo había 3 duchas y 2 inodoros para 25 hombres.
Me gustaría, si es que aún vive, que el señor Mencía viera el destacamento 2C de la prisión de Guantánamo, donde estuve preso entre 1999 y el 2003, un local construido para 90 hombres y que en esa fecha llegó a albergar hasta trescientos, muchos de ellos durmiendo en el piso, con sólo dos huecos para defecar y dos duchas. O que viera las celdas tapiadas donde están confinados los presos políticos. ¿Escribiría sobre eso el señor Mencía? A los moncadistas -según Mencía- s
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e les permitió tener una hornilla eléctrica, una biblioteca con más de 600 libros, leer hasta después de la hora del recuento a las 10 de la noche, practicar ping pong y voleibol y formar una academia ideológica en la cual discutían todo tipo de temas sin intervención de las autoridades del penal. Fidel Castro tuvo a su disposición un radio marca Silvestone.
Sesenta años después ningún preso político cubano disfruta de dichos beneficios. En la página 76 del libro mencionado aparece una carta de Fidel fechada el 4 de abril de 1954, donde escribió: “Me voy a cenar: spaghetti con calamares, bombones italianos de postre, café acabadito de colar y después un H. Upman 4. ¿No me envidias? Me cuidan, me cuidan un poquito entre todos… No le hacen caso a uno, siempre estoy peleando para que no manden nada.
Cuando cojo sol por la mañana, en shorts y siento el aire de mar, me parece que estoy en una playa, luego un pequeño restaurante aquí. ¡Me van a hacer creer que estoy de vacaciones! ¿Qué diría Carlos Marx de semejantes revolucionarios?”. La permisividad de las autoridades alentó tanto a los reclusos que sus familiares les compraron un refrigerador. En otra carta de agosto de 1954, pág. 149, el déspota en ciernes escribió: “La limpieza corresponde al personal de la prisión, dormimos con la luz apagada, no tenemos recuentos ni formaciones en todo el día, nos levantamos a cualquier hora; mejoras éstas que yo no pedí, desde luego. Agua abundante, luz eléctrica,
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comida, ropa limpia, y todo gratis”. El presunto aislamiento El presunto aislamiento de los moncadistas es otra falsedad pues en el citado libro consta que el 9 de julio de 1954 Bohemia publicó una entrevista a Fidel Castro con el título “Los presos políticos en Isla de Pinos”. Las madres de los reclusos formaron el grupo de Madres Cubanas que devendría el Comité de Familiares Pro Amnistía de los Presos Políticos. Ellas jamás fueron golpeadas por luchar por la libertad de sus familiares, mucho menos detenidas o difamadas como hoy hace el gobierno en contra de las dignísimas Damas de Blanco.
El 25 de marzo de 1955 la revista Bohemia publicó un documento de los moncadistas dirigido al pueblo cubano y en varias ocasiones fueron visitados por altos funcionarios del régimen. El castro-comunismo jamás ha permitido esa libertad a sus opositores. Las enseñanzas de un error político El error de los políticos de entonces fue creer que al amnistiarlos los moncadistas renunciarían a la vocación violenta que anunciaban nítidamente las cartas escritas por Fidel Castro desde su cómoda prisión.
La dictadura disfrazada de revolución que impuso aquél joven de supuestos nobles ideales tiene ya 56 años. Él y su hermano aprendieron muy bien la lección. Ojalá algún día el pueblo cubano aprenda que el mejor líder de un país es el respeto a la institucionalidad y, consecuentemente, cree los mecanismos necesarios para que jamás volvamos a padecer otra dictadura.
Publicado en:http://www.cubanet.org/actualidad-destacados/la-prision-que-sufrio-fidel-castro/>
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