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Una cubana va de tiendas



De todos es conocida la predilección que sentimos las mujeres por ir de tiendas. Incluso hay estudios que lo relacionan con la emisión de sustancias químicas que atañen al placer que solo poseemos las féminas, pues para la mayoría de los hombres acompañar a sus mujeres en lo que para nosotras es tan grata tarea, constituye un verdadero calvario.

A María Elena, tal vez por haber nacido en una casa de madera y desde el año 1980 estar construyendo sin que se haya terminado todavía, lo que le fascina de las tiendas es la parte de ferretería y electrodomésticos. La ilusionan más los mosaicos y los azulejos que un par de zapatos, y un set de cocina nuevecito más que un tinte de pelo. Aunque si tiene tiempo y oportunidad, en un centro comercial lo mira todo.

Recientemente María Elena ha descubierto cómo ir de tiendas sin coger guaguas, ni taxis, ni siquiera caminar. Tampoco se requiere acompañant
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e ni masculino ni femenino. El mundo entero a sus pies, a solo un clic de distancia, con el uso de la Internet.

Lo que debería ser lo más común, para nosotros los cubanos es como el agua tibia que hay que descubrir. Y no solo la propia existencia de las tiendas sino lo que hay en ellas, con lo cual uno puede enterarse incluso de qué es lo que ha estado necesitando pues con nuestro desconocimiento del mundo moderno ni sabemos lo que existe y por tanto lo que no tenemos.

Alguien le sugirió a María Elena que visitara la tienda Walmart en Internet para comprobar el precio de determinado artículo y desde entonces se va de tiendas todos los días. Sabe los artículos que están de rebaja, lo que son patrocinados por la cadena, los que están en liquidación. Ve televisores de 40 pulgadas que cuestan poco más de 200 dólares y que en Cuba se venden en más de mil. Ve laptops con pantalla táctil que almacenan un terabyte de datos en una nube, sin que muchos cubanos sepamos qué es una laptop, ni qué es un terabyte ni dónde queda la nube. Ve ventiladores que echan calor y pueden calentar a su abuelita en invierno, y medicinas para las alergias sin tener que hacer la cola del consultorio para buscar la receta y luego la cola de la farmacia para enterarse de que no hay, que se acabó.

Para mayor emoción descubrió que en esas tiendas hay “de todo”, de todos los tamaños, colores y precios, para todos los bolsillos, que la compra se puede escoger por internet y te la envían a la casa con todos los detalles que elegiste; sin moverte, solo con el clic y el número de la tarjeta de crédito.

En su paseo virtual encuentra hermosos juegos de sábanas y edredones a 50 dólares que luego ve en el sitio de ventas cubano Revolico a 200. Sueña con un hermoso cuarto, con su hermoso piso, su preciosa cama y be

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llo edredón, su mesa de noche con despertador digital, el televisor 3D con señal digital, al lado su DVD y el equipo de música con sonido surround.

Pero cuando más embullada está, se va la electricidad y María Elena regresa a su realidad de piso de cemento, cama calzada con ladrillos, calor insoportable por el techo de fibrocemento, ventanas de hierro con más cartones que cristales, vanos con cortinas en lugar de puertas, viejas sábanas zurcidas heredadas de la abuela, y un muy modesto salario equivalente a 20 dólares mensuales que de nada servirían aunque esas tiendas abrieran sucursales en Cuba y aunque en el país comenzaran a usarse las tarjetas de crédito que –en su caso– no tendrían ninguna solvencia.

Y luego de este cautivador paseo virtual por las abundancias del mundo normal, al cortarse la electricidad María Elena solo atinó a lamentar: “¡no tuve tiempo de ver la ropa interior!”


Publicado en:https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/una-cubana-va-de-tiendas/

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