En las últimas semanas el régimen del general Raúl Castro se ha “desbocado” y corre veloz en sentido contrario a las manecillas del reloj y de la historia. La crisis económica se agrava diariamente y el dictador y su Junta Militar, lejos de dar pasos para liberar las fuerzas productivas, las restringen y acorralan más.
Tope de precios a los transportistas privados de La Habana, prohibiciones contra los vendedores ambulantes de productos agrícolas (carretilleros), estatización de mercados agrícolas que venden productos agrícolas según la oferta y la demanda, prohibiciones a los cuentapropistas de Varadero, son solo algunas de las medidas estalinistas que agravan la profunda crisis económica.
El Gobierno retarda así irresponsablemente, de espaldas a su pueblo, el surgimiento de un sector privado masivo y pujante, que es lo único que puede sacar al país de esta crisis, y que será, forzosamente, el encargado de reconstruir la devastada economía cubana.
Mientras tanto, aumenta la pobreza, la desesperanza y la infelicidad de los cubanos. Es de tal magnitud el cataclismo económico, social, político, moral y hasta antropológico ocasionado por el castrismo, que ya resulta difícil hacer una evaluación de dicha catástrofe. Ese diagnóstico será lo primero que habrá que hacer para la reconstrucción del país.
Es una vergüenza histórica que Cuba sea el único país de Occidente que está hoy más atrasado que a mediados del siglo XX. Ni Haití está en ese caso. Muchos cubanos en la Isla se darían por dichosos si el país tuviese hoy el mismo nivel de vida que tenía hace 60 años, cuando era uno de los más altos de Latinoamérica.
O sea, aunque parezca un absurdo kafkiano, Cuba en materia socioeconómica está hoy por debajo de cero y necesita primero llegar a cero para luego construir el futuro. Así de grave es la situación.
La nomenklatura castrista pretende ignorar que fueron los cuentapropistas europeos de los siglos XVI al XVIII quienes hicieron posible la eclosión del gran sector privado y la libre empresa. La propiedad privada y el liberalismo económico fueron los que pusieron fin al ancien régime, es decir, a las monarquías absolutas del Estado omnímodo tipo Luis XIV y al despotismo ilustrado de Catalina la Grande de Rusia con su política de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, que al asfixiar las libertades individuales impedían el desarrollo de las fuerzas productivas y la creación de riquezas en grande. Por eso estalló la Revolución Francesa.
Los cuentapropistas iniciaron la modernidad Fue ese sector de cuentapropistas el que comenzó a crecer rápidamente y el que erigió el mundo moderno que hoy conocemos. Comerciantes, artesanos, innovadores, inversionistas y gente emprendedora en múltiples actividades, al compás de la consigna “laissez faire” (“dejar hacer”) lanzada por los fisiócratas franceses y el liberalismo inglés, tomaron la batuta del capitalismo y cambiaron la faz del planeta.
Esa posibilidad es la que les niega a los cubanos la dictadura castrista. Son libertades y derechos económicos plasmados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, aprobada en París en 1948, que se engarzan con derechos políticos, civiles, sociales, culturales y laborales. Ninguno de ellos se respeta en Cuba.
No es casual que los 35 países más desarrollados del mundo, integrantes de la OCDE, gozan todos de estas libertades económicas individuales y de sistemas democráticos. Como tampoco es casual que tales libertades no existan en ninguno de los 41 países más pobres (según la ONU), ni en decenas de otros países del llamado Tercer Mundo.
El general Castro y quienes lo sostienen en el poder deben estar conscientes de dos cosas:
Mientras más aprieten las tuercas políticamente y acosen al constreñido sector privado, menos posibilidades habrá de solucionar la crisis nacional de forma incruenta e indolora.
A más restricciones a los cuentapropistas, más pobreza y escasez de todo habrá en el país y también más larga, difícil y costosa será la reconstrucción económica del país.
¿Una fuente secreta de financiamiento?
Por eso resulta escandaloso, y sospechoso, que ante el casi colapso de la economía venezolana y sus tribulaciones políticas, la falta de subsidios brasileños, la negativa de Pekín y Moscú a obsequiarle dinero a La Habana, y con un nuevo gobierno en Washington que no es izquierdista ni procastrista, el régimen no solo se niega a ir más lejos en materia de libertad económica, sino que la restringe cada vez más. ¿Dispone el régimen de un apoyo financiero oculto que no puede revelar?
Luego de no pagar un centavo por el servicio de su deuda externa durante 30 años, el régimen anunció hace poco que en 2016 pagó la enorme suma de 5.299 millones de dólares a sus acreedores de deuda de corto y largo plazo. Es cuando menos llamativo el pago de una suma tan desmesurada de dinero para el pequeño tamaño de la economía cubana, y precisamente en el año en que por primera vez el Gobierno admite que el PIB decreció y la crisis económica empeoró.
¿Es que la cúpula castrista está vinculada con los altos jerarcas narcotraficantes del Gobierno de Caracas? ¿Recibe “donaciones” de las FARC de Colombia en agradecimiento por el tan favorable acuerdo de paz que consiguieron en La Habana?
Los militares e integrantes menos ancianos de la cúpula dictatorial se han propuesto perpetuarse en el poder y a partir del próximo año instaurar una especie de modelo neocastrista de capitalismo de Estado autoritario y militarizado, en el que solo ellos, los militares, la familia de los Castro y algunos personajes civiles del Partido Comunista (PCC) podrán hacer negocios y comerciar en grande, y enriquecerse también a lo grande.
Un derecho de todos La lucha del pueblo cubano, de los opositores políticos y defensores de los derechos humanos, periodistas y sindicalistas independiente, cuentapropistas y todos los demócratas y anticastristas de dentro y fuera de Cuba, forzosamente pasa por evitar que esa perpetuación de la dictadura se produzca. Oponerse a ello es un derecho natural que tienen todos los cubanos.
Cuba igualmente necesita del apoyo internacional, y en particular de EEUU, por cuanto fue la política del expresidente Barack Obama la que fortaleció políticamente al castrismo y le abrió las puertas del mundo entero.
Desde el punto de vista ya existencial, de subsistencia diaria, los cubanos de a pie necesitan que la dictadura afloje la mano en materia económica y le dé más espacio a los cuentapropistas. La libertad económica es fundamental para que el pueblo deje de ser tan ofensivamente pobre.
Raúl Castro y su Junta Militar deben reconocer legalmente la propiedad privada, y el derecho a que esta se desarrolle sin trabas y que los cubanos puedan invertir y crear empresas propias. No pueden seguir limitando y hasta asfixiando al sector privado, el único motor económico con el que de veras cuenta la nación.
De no hacerlo, todo será cada vez más difícil, no solo para el pueblo que dicen representar, sino para ellos mismos.
Fuente: Diario de Cuba
No hay comentarios:
Publicar un comentario