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Marta, La China y Ana María venden café y cigarros Criollos al menudeo en un barrio de La Habana. Son jubiladas que comenzaron el negocio para ayudar a la economía familiar. Se ubican todos los días en el mismo lugar, a una distancia de media cuadra una de otra. Sin embargo, las tres tienen clientes fijos que van a tomarse su café de la mañana antes de ir al trabajo o empezar las labores cotidianas. Ninguna de las tres tiene licencia. "¿Qué licencia voy a sacar?", pregunta Marta. "Este es un negocio de quilos, no me alcanzaría para nada si tuviera que pagar licencia". "Siempre tomo con La China, porque es la que más temprano llega. A las seis de la mañana, que es cuando salgo, ya ella está aquí", dice un cliente. "A veces el café le queda aguado, pero si no tengo en mi casa, ¿qué remedio?". Por la cuota (la l
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ibreta de abastecimiento) le corresponde a cada persona un paquetico de 115 gramos de café "mezclado" al mes. Dejando a un lado la calidad del producto (circulan muchos chistes sobre los ingredientes de la mezcla), esa cantidad de café solo dura unos tres días para un cubano promedio. Así que las vendedoras mañaneras tienen su venta asegurada. La China es quien lleva más tiempo vendiendo en este barrio, pero no es la que tiene más clientes fijos. "Yo prefiero el de Marta, es más fuerte", asegura una señora mayor. Otros aseguran que Marta le pone más chícharo a la mezcla. "Es más amargo, claro, pero a mí me parece puro chícharo". Marta reconoce que añade mitad y mitad. "El café en grano está carísimo. Si no hago así, no me da la cuenta". Ana María fue la última en llegar, pero es la que más clientela tiene.
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Cuando aparece, a las 6:30, ya tiene una colita esperándola. El "café de Ana María" es muy popular en el barrio. Su secreto es la poca cantidad de chícharo que le pone. "Mi hijo me regaña cuando estoy moliendo, porque piensa que no le gano nada al café. A veces le echo un poquito de chícharo delante de él para que no proteste. Pero tiene razón, apenas le saco", confiesa ella. La libra de café sin tostar le cuesta 35 pesos ("¿Tú sabes cuánto café tengo que vender yo para sacar 35 pesos?"), lo tiene que tostar, moler y preparar. Las paredes de su cocina están tiznadas por el proceso diario. Junto con el café, las tres vendedoras ofertan también cigarros al menudeo. Los Criollos, que cuestan 7 pesos la caja por el Estado, ellas los venden a 50 centavos cada uno. Ganan 3 pesos por cada caja vendida. La China
cuenta que cuando empezó a vender café, muchos clientes le pedían cigarros. Así se le ocurrió comprarlos para revender. "A esa hora de la mañana no hay ningún abastecimiento estatal abierto, así que la gente los compra cantidad". "El que no tiene para comprar la caja completa también viene y pide uno o dos", comenta Ana María. "Igual, no es demasiada ganancia. Mucha gente ya tiene cigarros y no todo el que toma café fuma." A pesar de ser un negocio sin muchos beneficios, estas tres mujeres continúan en su sitio diariamente. "Es lo que puedo hacer sin alejarme de la casa, porque tengo que atender a la familia", explica Marta. "Al menos da para sacar los mandados y comprar algunas viandas en el puesto. Es una ayuda que hace falta, porque no quiero que mis nietos dejen de estudiar por tener que mantener la casa."
Publicado en:http://www.diariodecuba.com/cuba/1415089049_11052.html
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