BOSTON, Estados Unidos.- Con el portazo en la cara al expresidente mexicano Felipe Calderón y el no menos airado desplante al secretario general de la OEA, Luis Almagro, y a la hija del exmandatario chileno Patricio Alwyn, el régimen cubano vuelve a dejar claro su voluntad de hacer lo que le venga en ganas dentro de sus dominios sin importarle las palabras de los agraviados y de quienes los apoyan, en la Isla y allende los mares.
Era un despropósito creer que Raúl Castro se haría el de la vista gorda frente un evento de esa naturaleza a realizarse en el corazón de La Habana.
El Premio Oswaldo Payá: ?Libertad y vida?, a entregar a Almagro por la hija del fenecido opositor en su casa del municipio Cerro, resultaba una opción cuyo éxito no rebasaría los límites de lograr algún impacto mediático en el sentido de agregarle más evidencias a lo que todo el mundo conoce al dedillo, pero que parece no importar mucho: que Raúl Castro es un dictador y que viola sistemática y flagrantemente los derechos humanos.
Las respuestas por parte de gobiernos y personalidades a este nuevo capítulo de intolerancia de la élite verdeolivo, se distinguen por la tibieza y el silencio. Nada de condenas y cuestionamientos lo suficientemente enérgicos que sirvieran para resaltar la arbitrariedad codificada como política de Estado.
Es más, en el fragor de los operativos que incluyeron arrestos, amenazas y acosos de todo tipo, una delegación de legisladores estadounidenses era recibida por los máximos responsables de que Cuba se haya convertido literalmente en una cárcel flotante.
Entre los ilustres visitantes estaba el señor Thad Cochran, un congresista republicano por el estado de Missisippi que ha mostrado su irrestricto respaldo al ideario de Trump.
Ante el hecho en cuestión y quizás otros que se estén negociando tras bambalinas, siempre pienso en la máxima martiana de que en política lo real es lo que no se ve. Me cuesta comprender las tesis que auguran algo así como la aplicación a rajatabla del embargo por parte del actual inquilino de la Casa Blanca.
Sin entender los códigos de la geopolítica es imposible sacar conclusiones medianamente acertadas.
Ni Estados Unidos, ni mucho menos Latinoamérica nos van a sacar las castañas del fuego. La solución depende de nosotros y no son muchos los cubanos determinados a sacrificarse.
Los incidentes acaecidos en torno a la fallida entrega del galardón al señor Almagro invitan a moderar las expectativas en cuanto a la posibilidad de que el totalitarismo esté dispuesto a hacer concesiones a sus oponentes internos.
¿Habrá que esperar al retiro, incapacidad o desaparición física de Raúl Castro para que cambien las dinámicas de una transición cuyas características son las pausas y los atascamientos?
Es probable que sí.
A partir del suceso de marras es necesario interpretar los acontecimientos recientes en su justa dimensión para no caer en la ingenuidad de creer en una pronta solución a nuestros problemas.
Hay un déficit de solidaridad internacional y son escasas las probabilidades de articular un movimiento masivo, fronteras adentro, que se oponga al orden establecido por el partido único.
Por otro lado y a modo de conclusión, ningún gobierno de la región ha sido determinante en sus declaraciones. En vez de condenas, han optado por sacar a la palestra sus lamentos y molestias.
Un bajo perfil que se traduce en nuevos camuflajes para los verdugos.
Jorge Olivera es un periodista independiente que reside en Cuba. Se encuentra actualmente de visita en Estados Unidos.
Publicado en:https://www.cubanet.org/facebook/solo-lamentos-y-molestias/
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