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Las voces de Venezuela: ‘Aquí morimos de hambre’
Venezuela está en el límite. Los estantes en las tiendas se quedan vacíos y los alimentos se vuelven cada vez más escasos y costosos. La gente huye del país en cantidades inéditas e inunda las naciones vecinas. Se estima que la inflación llegará este año a diez millones por ciento.
En este panorama de desesperanza, la indignación pública ya estaba llegando a un punto crítico cuando, en enero, el líder opositor y presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, se declaró presidente interino. El presidente Nicolás Maduro ha jurado que va a permanecer en el poder.
La atención internacional no tardó en enfocarse en los dos hombres al centro de una lucha por el control de la nación. Sin embargo, en medio de esta disputa política, los ciudadanos venezolanos aún batallan para subsistir en un país que se ha vuelto cada vez más violento y donde la escasez de alimentos, los cortes de electricidad y la falta de agua son parte de la nueva cotidianidad. Las medidas letales en contra de los disidentes son algo común.
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Cuando se planeaban las manifestaciones para el pasado 2 de febrero en contra del gobierno y a medida que aumentaba la inconformidad, nuevos grupos tomaron las calles, incluyendo aquellos que solían ser firmes defensores de Maduro y su predecesor, Hugo Chávez.
Les pedimos a los residentes de la capital del país que describieran sus condiciones de vida actuales y que nos contaran si eso los incitaba a participar en las manifestaciones. Estas fueron algunas de las respuestas que recibimos:
“Aquí morimos de hambre”
Auristela Donawa, 67 años
Los beneficios gubernamentales de los que dependen desde hace mucho Donawa y su familia —al igual que muchos de los habitantes de los barrios pobres de Caracas— ya no son suficientes.
“Aquí morimos de hambre”, dijo, al describir cómo ella y su hijo Dixon Bront luchan para sostener a los nietos de Donawa. “Él tiene una hija de 9 años y un hijo de 17 y no les puede comprar nada. Esto se está volviendo imposible”.
Su hijo tiene leucemia, pero el hospital no tiene medicina
Lourdes Cedeño, 41 años
“Es como si la tierra se partiera en dos y tú solo quieres saltar hacia la grieta”, dijo Cedeño, mientras describía lo que sintió hace seis años cuando se enteró de que su hijo Miguel tenía leucemia.
En ese entonces la situación todavía era manejable. Su hijo fue trasladado de un hospital privado a uno público, el Hospital Central de Venezuela, donde recibió tratamiento médico pagado por el Estado.
Estuvo en remisión durante varios años, pero en 2017 el cáncer de Miguel regresó. Fue entonces cuando todo cambió, dijo Cedeño. Era una carrera contrarreloj para conseguirle el tratamiento adecuado.
“Tuve que pagar todo”, relató. “La quimioterapia, los antibióticos, las agujas. Pero ahora es peor. Tengo que comprar guantes, algodón, alcohol, agua, incluso los tubos para el laboratorio si necesitamos solicitar un examen de sangre”.
“Tengo fe y esperanza”
Sunny Balza, 35 años
Balza era capitán de la Guardia Nacional de Venezuela y rápidamente ascendió, ganándose la confianza de los oficiales que empezaron a depender de él, incluido Nicolás Maduro Guerra, el hijo del presidente Maduro. Pero no siempre estuvo de acuerdo con las decisiones de sus superiores.
“Nunca estuve de acuerdo con sus líneas, jamás”, dijo.
Estuvo encerrada en una habitación sin ventanas durante 118 días
Lisbeth Añez, 52 años
Añez sabe bien cómo es la represión de la disidencia por parte del gobierno. Fue arrestada en mayo de 2017, acusada de colaborar con grupos que organizaban manifestaciones diarias en contra del gobierno.
“Les daba comida, les ofrecía refugio”, dijo. “Por eso me llaman ‘mamá’”.
Durante 118 días estuvo encerrada en una habitación sin ventanas con otra mujer acusada de contrabando de gasolina. Luego de que terminaron las protestas de 2017, Añez no pudo regresar a su antigua vida, pues dijo que haber estado recluida cambió algo en ella.
“Solo puedo decir que ahora soy una mejor persona y que también conocí la maldad pura”, declaró.
“Estaré en las calles con mi máscara de gas”
Iñaki Zugasti, 60 años
Zugasti, quien nació en España pero creció en Venezuela, ha sido miembro activo del movimiento de protestas de la oposición desde que Maduro tomó el poder por primera vez en 2013. Planeaba unirse a las manifestaciones multitudinarias programadas para el primer fin de semana de febrero.
“Estaré en las calles con mi máscara antigás, mi casco y mi chaleco para ver lo que puedo mostrarle al mundo”, dijo.
Zugasti estuvo al frente de una imprenta familiar durante dos décadas, lo cual le permitía mantener a su familia. No obstante, los ingresos comenzaron a menguar y tuvo que cerrar el negocio en 2018.